sábado, 11 de abril de 2020

Te lo prometo


Hoy ha sido un buen día. He seguido una rutina, que es lo que más me estabiliza. Me desperté descansada, he comido bien, he invertido tiempo en mi cuidado personal, he estudiado, leído, hablado con mis amigas, hecho manualidades, pasado tiempo con mi padre, escuchado música y ordenado la casa. Cuando tengo un buen día me da tiempo de todo. La jornada se despliega ante mí con todas sus horas a mi disposición y disfruto de ellas segundo a segundo. Pronto me acostaré y me dormiré con el deseo de que el mañana me depare algo semejante. Pero, no todos los días son así. Los hay muy duros y feos. Son esos que me levanto contando las horas que faltan para poder volver a meterme en la cama. Esos en los que ni yo misma me soporto y todo parece oscuro. Pero si mañana amanece así tan solo respiraré y esperaré a que pase, porque todo pasa. A veces los momentos malos nos parecen que nunca van a acabar y al final siempre acaban pasando y dando lugar a ratos más agradables, más radiantes, más felices.

Sé lo duro que es sentir como todo a tu alrededor se descompone, lo que implica vivir con tus propios demonios y lo difícil que es lidiar con el sentimiento de soledad. Sé que son momentos difíciles, que no contamos con algunos apoyos que teníamos en el día a día, que nuestra actividad se ha visto reducida, que no podemos hacer lo que nos apetece en cada momento. Sé lo que es luchar por sentirse bien y mantenerse en pie. Se todo esto, pero también sé como un logro pequeño (como puede ser ordenar mi habitación) se puede sentir como una gran hazaña si le doy toda la importancia que se merece. Sé que cuando me permito fallar los nuevos intentos son más fáciles. Sé que decir lo que necesito a la gente que quiero puede ayudarme a no caer en una crisis.

La vida, al fin y al cabo, la vida es un aprendizaje continuo. Con esfuerzo, dedicación y confianza he ido dando pequeños pasos que han desembocado en los buenos ratos que paso en la actualidad. Momentos que no son eternos ni extraordinarios, sino que se basan en vivir en paz. La estabilidad no se consigue de la noche a la mañana, es un camino que hay que recorrer. A mí me ayuda mucho aceptar las cosas que van viniendo con tranquilidad, como la situación de ahora, una situación francamente difícil. De nada me sirve lamentarme y anhelar que esto no estuviera pasando. Lo que hago es intentar sacar el máximo partido, hacer lo que puedo con lo que tengo y agradecer, siempre agradecer. Si no fuera por la cuarentena no sé cuando habría tenido tiempo para hacerle un regalo a mi amiga (le he hecho un cuadro chulísimo con dos o tres materiales) ni si me hubiera parado a escribir esto.

Las cosas, los momentos, las circunstancias, los problemas, las alegrías, las penas... son transitorias. Lo que no se va, sino que se incrementa, es todo lo que hacemos por nuestra superación personal, por nuestras relaciones intrapersonales, por nosotros mismos.

Y aprender a disfrutar de las pequeñas cosas es esencial para ello, porque hasta en el peor de los días siempre hay algo que podemos salvar: la sonrisa de alguien, el placer de la ducha, la risa que te da un chiste tonto, una película que no está tan mal, tu comida preferida, el solecito que hace... Solo hace falta un pequeño esfuerzo para reconocer estas “regalos” y disfrutar...

Disfrutar de lo bueno, aceptar lo malo, luchar por mejorar y mantener la esperanza porque se puede. Te lo prometo. 




A.S.G.


1 comentario:

  1. Lo que sea y como sea, el confinamiento también trae cosas positivas, todo no es malo.

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